Por Amelia de los Ríos.
Suena en la megafonía: ¡Orden de desalojo, por favor, todos por la escalera de emergencias! Se coloca el chaleco amarillo fluorescente y ya está preparada. Esta vez le toca revisar la última planta. Las instrucciones son claras, hay que hablar con voz fuerte y firme; el que recibe la orden no debe dudar en cumplirla. Tiene claro todos los pasos: ir despacho por despacho, baños incluidos y comprobar que no queda nadie. ¡Objetivo cumplido, la planta está vacia! Pone el extintor como señal de la conclusión, cierra la puerta ignífuga y se dirige a la escalera, donde encuentra a una chica parada, que le está esperando y con resignación le dice:
-Tuve un accidente y no puedo mover la pierna, así que ¿cómo bajo?
-El ascensor no funciona, es lo primero que bloquean. Aviso a seguridad para que lo sepan y me quedo contigo hasta que lleguen -contesta.
No puede contactar con el control, nadie responde al teléfono, parece que la centralita está desierta pero sigue intentándolo. Solo quedan las dos, el resto del personal ya ha bajado.
Duda qué hacer, se para a pensar. Así no es como la situación estaba prevista. Un ruido llama su atención, va creciendo el volumen hasta que se distingue la sirena de los bomberos. ¿Qué hacen aquí si solo es un simulacro? Sigue sin contestar nadie.
Se miran y callan al darse cuenta que se ha hecho el silencio, el silencio más absoluto, solo se oye la respiración entrecortada de las dos y sus pulsaciones aceleradas; entonces comprenden: ya es demasiado tarde, están solas y nadie las va rescatar; se cogen de las manos y se abrazan, sintiendo cada una el cuerpo de la otra para compartir ese momento, hasta que la oscuridad las envuelve.
-Tuve un accidente y no puedo mover la pierna, así que ¿cómo bajo?
-El ascensor no funciona, es lo primero que bloquean. Aviso a seguridad para que lo sepan y me quedo contigo hasta que lleguen -contesta.
No puede contactar con el control, nadie responde al teléfono, parece que la centralita está desierta pero sigue intentándolo. Solo quedan las dos, el resto del personal ya ha bajado.
Duda qué hacer, se para a pensar. Así no es como la situación estaba prevista. Un ruido llama su atención, va creciendo el volumen hasta que se distingue la sirena de los bomberos. ¿Qué hacen aquí si solo es un simulacro? Sigue sin contestar nadie.
Se miran y callan al darse cuenta que se ha hecho el silencio, el silencio más absoluto, solo se oye la respiración entrecortada de las dos y sus pulsaciones aceleradas; entonces comprenden: ya es demasiado tarde, están solas y nadie las va rescatar; se cogen de las manos y se abrazan, sintiendo cada una el cuerpo de la otra para compartir ese momento, hasta que la oscuridad las envuelve.
Qué agobiante final. Pero muy bien llevado.
ResponderEliminarUn saludo.
Un saludo para ti, que por lo que leo en tu blog, no tienes un buen día. Gracias por andar por aquí.
ResponderEliminarExcelente trabajo el de Amelia. Me tenéis muy contento. Espero que la cosa siga igual.
Un fuerte abrazo.
¡Qué sorpresa! Por fin te has decidido a escribir un relato sin happy end. Y el resultado está muy bien. Al final va a llevar Juan razón con eso de que tenemos que cambiar de registro de vez en cuando. ¡Enhorabuena amiga! No dejarás de sorprenderme, siempre encuentras un modo de que te siga admirando.
ResponderEliminarBesos rendidos a tus pies.
¡Que ilusión ver un relato mio en el blog!, y encima con la bendición de Juan. Gracias por darnos esta oportunidad de crecer y buscar dentro de cada uno lo que somos y logramos encontrar. Como dice Serrat, la inspiración te tiene que pillar trabajando (más o menos) y eso es lo que has hecho, ponernos a currar y exprimir las neuronas. Gracias de nuevo.
ResponderEliminarPara Isa, la realidad a veces es dura, muy dura, pero todo lo que pasa tiene su razón de ser y su enseñanza, nada es fortuito, solo hay que saber que es lo que tenemos que aprender de cada momento. Yo viví algo así en la juventud y me hizo ser mas consciente y ver lo frágil que la vida es, se aprende también a relativizar determinadas cosas. Un abrazo.
Amor no te quise decir nada el otro día para sorprenderte. Me alegro que te haya gustado. Muchas Gracias.
Juan, Amelia, gracias por el comentario y los ánimos. Muchísimas gracias.
ResponderEliminarUn saludo.
Amelia. El mérito es exclusivamente tuyo. No obstante, gracias por tus palabras.
ResponderEliminarE Isa. Vámonos para arriba.
Un besazo para todos/as.
buenos días a todos/as ante todo felicidades por tu trabajo y te tengo que dar la razón en que la realidad es dura,siempre se ha dicho que supera la ficción y desde luego no es igual oírlo en las noticias que vivir en carne propia esta situación.
ResponderEliminaral igual que Isa me ha parecido agobiante . besos
Isa ,ánimo y un beso muy fuerte
Gracias por los ánimos. Ya estoy algo mejor.
ResponderEliminarPor desgracia, no es la primera vez que paso por el mal momento de perder un amigo. Nos quedaremos siempre con su memoria y recordaremos los buenos momentos juntos con cariño.
Un saludo. Nos vemos.
Amelia...
ResponderEliminarEn el silencio se pueden decir muchas cosas, más que con tantas palabras. Se me ha puesto los pelos de punta, muy bueno.
Esto es para todos...
Os invito a visitar mi nuevo blog se llama SABORES DE TU TIERRA. No es el típico de recetas, conoces diferentes culturas a través de sus gastronomías. Espero que os guste.
http://saboresdetutierra.blogspot.com
Un besote para todos.
Está claro que a estas alturas se nos ha soltado la mano y la imaginación. Felicidades Amelia.
ResponderEliminarEl relato es francamente bueno, se va volviendo más siniestro por momentos. Felicidades también por mi parte.
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