Por Paco Torres.
"La rana y la cigüeña"
-Estoy muy mal valorada-se quejaba una rana que croaba en una gran charca.
-¿Por qué dice eso?-le preguntó una cigüeña que picoteaba cerca de allí.
-Nadie quiere parar ni un momento a escuchar mi canto.
-Yo estaré encantada de escucharlo-dijo la cigüeña.
-Durante el día es muy peligroso para mí salir de la charca, y dentro del agua es imposible cantar bien; demasiada presión.
-Le propongo una cosa, señora rana, nade hasta la orilla, salte a una de esas piedras y entone sus bellas melodías. Mientras, yo vigilaré.
La rana así lo hizo. Estaba sobre aquella piedra como en un magnífico escenario; pero nerviosa e inquieta. Sabía que era una temeridad estar a aquella hora fuera del agua. La cigüeña se fue acercando, con pasos cortos, mientras hablaba para tranquilizar a la artista: -Concéntrese en su melodía. Yo vigilo. A la mínima señal de peligro le aviso para que salte a la charca.
La rana, que aún miraba a la zancuda con cierto recelo, comenzó su rutinario croar. Tenía la cigüeña aspecto de embelesada y bajaba la cabeza muy despacio, girándola un poco; como para escuchar mejor. La rana se inflaba cuanto podía y se concentraba, confiada ya, en deleitar a su espectadora. La cabeza de la cigüeña estaba apenas a unos palmos de la rana, muy pocos y...¡zas!
De un certero picotazo atrapó a la rana. La puso en el suelo, la aprisionó con una de sus patas y comenzó a devorarla. Mientras a la rana le quedó aliento, suplicó: -¡Por favor, señora cigüeña, somos amigas! Y, si me come, ya no podré cantar más para usted.
-Tan solo por no escuchar tu horrible y monótono ruido te engulliría, estúpida orgullosa. Además, a mí solo me gusta que me canten cuando como. Así que, mientras me zampo tus patas, puedes seguir croando, si tanto te gusta. -La rana miró con sus saltones ojos muy abiertos y aterrorizados, a la pérfida ave-. ¡Creo que se te han quitado las ganas de cantar!-dijo la cigüeña y lanzó un picotazo.
Moraleja: Si tienes una voz horrible, y te gusta canturrear, hazlo cuando estés solo (por lo que pueda pasar).
¡Paco hijo, que tocas todos los palos y todos te salen bien!
ResponderEliminarQué envidia me dás (pero sana). Felicidades
Besos celosos
Paco nos ha regalado esta fábula y, cuanto menos yo, a título particular, le doy las gracias.
ResponderEliminarUn saludo para todos/as.
Es de agradecer una fábula así, da gusto leerla (y oírla). Un beso.
ResponderEliminarA estas alturas del Taller, queda claro que la maquinaria creativa de cada uno/a está tan bien engrasada como la de un reloj de precisión suizo. Cabe esperar muy buenos trabajos de todos ustedes.
ResponderEliminarUn abrazo.
Paco, eres un maestro en el arte de las letras. Que alegría compartir contigo el taller (y con todos los demás, por eso de la "pelusilla"). Se aprende muchisimo, y sobre todo a escuchar, que me parece muy importante. Un abrazo a todos.
ResponderEliminarMerecidos elogios.
ResponderEliminarSaludos.
buenos días a todos/as
ResponderEliminarComo siempre una lección de sabiduría y bien hacer,las maquinarias engrasadas...!que gracia tiene Juan!sin comentarios... un beso mañanero.
Totalmente de acuerdo con todos vosotros. Además, leída por el propio Paco, la fábula ganaba más, si cabe.
ResponderEliminarHola,bello blog, preciosas entradas, te encontré en un blog común,si te gusta la poesía te invito al mio,será un placer,es
ResponderEliminarhttp://ligerodeequipaje1875.blogspot.com/
muchas gracias, pasa buena noche,besos.