Por Paco Torres.
A pesar de la barba blanca y larga, el sombrero de paja color crema y los años que hacía que no nos veíamos, lo reconocí de inmediato: Andrés.
Ambos trabajábamos en la misma empresa, y pertenecíamos a su comité, cuando lo del reajuste. Firmamos la lista que presentó “El inglés”, así llamábamos al gerente. Todos menos Andrés, el dijo que aquello no era una lista sino una venganza. No importó, aquellos operarios, señalados por “El inglés” y corroborados por nosotros, fueron despedidos. Después le tocó al personal de oficina. De inmediato pensamos en Carmen. Ella era la mujer de Andrés (la segunda mujer, se habían conocido en la empresa).
El inglés mando llamar a Andrés, estuvieron más de una hora a solas. Después de aquella reunión nuestro compañero salió de la empresa. Ni él, ni su compañera, que también abandonó la empresa-por otro trabajo-a los pocos meses consintieron en dar explicación alguna.
Ahora volvía a tenerlo allí, frente a mí, con su tenderete. Una mesa y una silla de playa. Él acomodado en la silla y detrás un cartelón que decía:
“SE RECITAN POEMAS- 50 céntimos.
Más de 100 títulos, ELIJA EL SUYO”.
Yo iba paseando con unos amigos, me hice el rezagado.
-¡Hola Andrés! ¿Cómo estas? Le pregunté. Y Carmen.
-Carmen me dejó hace tiempo. En cuanto a mí… ya ves.
-¿Qué paso, Andrés?
-¡Joder macho! Eres duro.
-Por favor.
-¡Qué iba a pasar, hombre! El inglés me lo puso claro, el hijoputa, o Carmen o yo. Ambos sabíamos que con vosotros no podía contar así que…
EL inglés, cabrón pero listo, me ofreció” el improcedente” y respetar el puesto de Carmen, a cambio de largarme rápido y en silencio. Acepté.
Ella no pudo soportar continuar en la empresa sabiendo porque seguía. Después me toco a mí…, adiós al capullo idealista…Y aquí me tienes.
-Ya te veo. Todo para vender recitativos a 50 céntimos.
Bueno…por lo menos sigo teniendo algo que ofrecer; y tú, que me cuentas.
Ambos trabajábamos en la misma empresa, y pertenecíamos a su comité, cuando lo del reajuste. Firmamos la lista que presentó “El inglés”, así llamábamos al gerente. Todos menos Andrés, el dijo que aquello no era una lista sino una venganza. No importó, aquellos operarios, señalados por “El inglés” y corroborados por nosotros, fueron despedidos. Después le tocó al personal de oficina. De inmediato pensamos en Carmen. Ella era la mujer de Andrés (la segunda mujer, se habían conocido en la empresa).
El inglés mando llamar a Andrés, estuvieron más de una hora a solas. Después de aquella reunión nuestro compañero salió de la empresa. Ni él, ni su compañera, que también abandonó la empresa-por otro trabajo-a los pocos meses consintieron en dar explicación alguna.
Ahora volvía a tenerlo allí, frente a mí, con su tenderete. Una mesa y una silla de playa. Él acomodado en la silla y detrás un cartelón que decía:
“SE RECITAN POEMAS- 50 céntimos.
Más de 100 títulos, ELIJA EL SUYO”.
Yo iba paseando con unos amigos, me hice el rezagado.
-¡Hola Andrés! ¿Cómo estas? Le pregunté. Y Carmen.
-Carmen me dejó hace tiempo. En cuanto a mí… ya ves.
-¿Qué paso, Andrés?
-¡Joder macho! Eres duro.
-Por favor.
-¡Qué iba a pasar, hombre! El inglés me lo puso claro, el hijoputa, o Carmen o yo. Ambos sabíamos que con vosotros no podía contar así que…
EL inglés, cabrón pero listo, me ofreció” el improcedente” y respetar el puesto de Carmen, a cambio de largarme rápido y en silencio. Acepté.
Ella no pudo soportar continuar en la empresa sabiendo porque seguía. Después me toco a mí…, adiós al capullo idealista…Y aquí me tienes.
-Ya te veo. Todo para vender recitativos a 50 céntimos.
Bueno…por lo menos sigo teniendo algo que ofrecer; y tú, que me cuentas.